12. Jesús muere en la Cruz

(Mt 27,50; Mc 15,37; Lc 23,46-49; Jn 19,30)

Los soldados levantaron Mi Cruz y la colocaron en el agujero preparado. Desde donde Me encontraba, contemplé a la multitud. Intentando ver, con dificultad con Mis Ojos Hinchados, contemplé entonces el mundo. No vi ningún amigo, entre todos los que se burlaban de Mí. Nadie vino a consolarme. "¡Dios Mío, Dios Mío!. ¿Por qué Me has abandonado?" Abandonado por todos los que Me amaban. Mi Mirada se posó entonces sobre Mi Madre. Yo la miré y nuestros corazones hablaron. "Te entrego a Mis hijos bienamados, para que sean, también, tus hijos. Tú serás su Madre". (9 de noviembre de 1986)

¿Recuerdas cuando Yo Estaba en la Cruz?. ¿Cuáles fueron las Palabras que dije?. Dije que Ella es también su Madre; Ella los ama y se preocupa por ustedes; Abba les da a aquellos a quien a Él le place; acepten lo que Dios les Está dando.

He gritado desde Mi Cruz. Era Mi último gran grito, el que di cuando estaba todavía en la carne, un grito cargado de sufrimiento, de pena y de amargura, que resonaba desde las profundidades de Mi Alma, penetrando en las alturas de los Cielos. Él hizo estremecer los cimientos de la tierra y partió en dos los corazones de los que Me amaban, como desgarró el velo del templo. Suscitó servidores devotos para seguirme, así como despertó a los muertos de sus tumbas, desplazando la tierra que los cubría, tal como desplazó el mal. Fuertes truenos sacudieron las alturas mismas de los Cielos, y todos los ángeles se prosternaron, temblando, y Me adoraron en silencio. Mi Madre, de pie, muy cerca de Mí, al oír Mi grito, cayó de rodillas cubriendo su rostro, bañado en lágrimas. Ella llevó consigo este último grito hasta el día de su dormición... Ella sufrió.. (29 de abril de 1987)

Todo se cumplía, la salvación estaba cerca. He visto los Cielos abrirse y todos los Ángeles se mantenían derechos, en silencio: "Padre Mío, entre Tus Manos entrego Mi Espíritu; Yo Estoy contigo ahora". (9 de noviembre de 1986)

Estoy embebido de amargura, sufriendo cada vez más por todas las iniquidades del mundo, por su maldad, por su deslealtad y por su egoísmo. Mi grito se hace más fuerte de día en día. Fui abandonado sobre Mi Cruz, quedándome solo para llevar los pecados del mundo sobre Mis Hombros, solo para sufrir, solo para morir, derramando Mi Sangre, que ha cubierto la tierra entera, rescatándoos, Mis bienamados. Ese mismo grito está ahora sobre la tierra, como un eco del pasado. ¿Es que Yo vivo en las sombras del pasado? ¿Mi Sacrificio ha sido en vano? ¿Cómo podéis vosotros no oír Mi grito desde Mi Cruz? ¿Por qué cerráis vuestros oídos y lo hacéis desaparecer? (29 de abril de 1987)


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