20.09.89 Tú que eres la Raíz del Árbol de la Vida, y el Amor en Sí Mismo, y que, de Tu Fruto, nos estás dando la Vida Eterna, bendito seas. Tus Hojas que jamás se marchitan ni se secan, están hechas de Oro blanco puro y de Ellas emana una Luz brillante. Yo adoro, yo espero, yo creo y Te amo. Por favor, perdona a aquellos que no adoran, no esperan, no creen y no Te aman. Cuídanos, Emmanuel. Yo Te bendigo, Te bendigo a Ti que eres mi Consejero durante las noches, llenándome de plegarias incesantes y oras sobre mí. Sé que Tú no abandonarás mi alma, ya que Tú nos revelas Tu Senda de Vida, nuestra mano en Tu Mano. Sálvanos en Tu Amor; Tú eres la Fuente de nuestra esperanza de ver la Nueva Tierra y los Nuevos Cielos, Señor. Yo soy la Raíz del Árbol de la Vida y de Mí emana la Vida Eterna. Flor, lee las Escrituras. (Jesús deseaba que yo abriera la Santa Biblia, al azar, y que abriera donde Él quiere que yo lea. Abrí en Isaías 40,9.) Léelo y escribe: "Sube a un alto monte, alegre mensajero de Sión; clama en voz alta, alegre mensajero de Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: '¡Aquí está su Dios!'. Su Nueva Jerusalén está al alcance de su mano... Yo, Dios, estoy descendiendo a esta era tropezando sobre cadáveres. Todo lo que Yo Me estaba temiendo se ha hecho realidad. Desciendo para encontrar que no hay fe, no hay esperanza, no hay amor. Y a Mis corderos, que dejé pastando en Mis verdes Pastos, los encuentro muertos de hambre y lamentables a la vista. Viviendo entre los escombros, buscan algún refugio y algún alimento, pero no los encuentran. Con esperanza, levantan piedra tras piedra buscando una migaja o quizás una semilla que puedan sembrar, pero a cambio de una migaja o de una semilla, encuentran escorpiones listos para picar y para llenarlos con su veneno. Mis corderos van errantes, de ciudad en ciudad, sólo para encontrar los restos de lo que una vez fue una Gran Ciudad. Sí, hablo de Jerusalén, pero solamente unos pocos están dispuestos a escucharme. Llamo a cada uno de Mis pastores por su nombre, pero muy pocos escuchan Mi Voz... Yo Me ahogo, Me asfixio de verlos llenos de palabras muertas. Escúchame, hija, Yo te he llamado para que sirvas a la causa del bien. Te he tomado de la mano y te he formado para que des testimonio. Te he mostrado la Verdad y he quitado el velo de tus ojos para que veas al que he escogido para sentarse en la Silla de Pedro, y a quien una vez le dije: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del Reino del Cielo; cuanto ates en la tierra será atado en el Cielo, y cuanto desates en la tierra será desatado en el Cielo". 2 Yo he dado a este hombre esta Autoridad y hoy están tratando de derrocarlo y de robar su cayado de pastor, para que ustedes gobiernen con el cetro de la Falsedad y del Vicio. ¿Pedro? Pedro de Mis Corderos, Mi pastor bienamado, Yo sé cuánto se lastima y sangra tu corazón a torrentes por causa de esta generación ingrata e infiel. Yo sé cómo han hecho de tus ojos un manantial de lágrimas. Yo sé cuántos de tus hermanos te han vuelto la espalda. Estos son, Mi bienamado, aquellos pastores que no saben nada, que no sienten nada. Todos ellos van por su propio camino, cada uno tras su propio interés, sirviendo a la Locura en vez de servir a la Sabiduría; a la Lujuría en vez de la Pobreza; a la Desobediencia en vez de la Obediencia. Yo contemplo desde Mi Cruz a todos los que habitan el mundo, y les digo a ustedesque pueblan numerosas naciones, que pronto la Hora estará con ustedes. El tiempo casi se acaba y no pasarán muchos días antes que se pasen los días llorando. Ustedes, pastores infieles, pastores que pecan contra Mí, por su falta de fe. Ustedes que gritan ¡Paz! cuando no hay Paz. Regresen a Pedro, todos ustedes que se han desviado en diferentes direcciones. Sírvanme. ¿Por qué sirven al Impío? Sean Míos, no del Rebelde. ¿Por qué están dispuestos a servir al Rebelde? Hasta los extranjeros, hasta éstos han escuchado Mi Voz y han comprendido Mis Palabras. Mis Principios son Santos y Yo les digo, muy solemnemente, que Ellos permanecerán Santos por siempre y para siempre. Hija, lee Mi Palabra. (El Señor me indicó dónde abrir. De nuevo, abro en Mateo 5,18-19) Lee y escribe "Yo les digo solemnemente, hasta que el cielo y la tierra desaparezcan, ni un punto, ni una pequeña letra de la Ley desaparecerá, hasta que todo se cumpla. Por lo tanto, el hombre que infrinja incluso aún el menor de estos mandamientos y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino del Cielo; pero el hombre que los guarda y que los enseña, será considerado grande en el Reino del Cielo". Hija, descansa ahora, deleita Mi Alma con tu fe de niña. Ven, descansa en Mí. Yo, el Señor, te bendigo. Ámame. ¡Alabado sea nuestro Señor! 1 Visión interior del Árbol de la Vida 2 Mateo 16,18-19 |