23.03.89. Jueves Santo. En camino hacia San Sebastián de Garabandal en España. Dejamos Biarritz. Nuestra Señora nos encontró un guía voluntarioso que sabía español y además conocía la región. Después de algunas horas de caminos escarpados, comencé a preguntarme si en verdad nuestro guía tenía idea de adónde nos llevaba ya que el trayecto me parecía sin fin. Se había puesto el sol y oscurecía lentamente. De cuando en cuando nos encontrábamos entre niebla y lluvia. Yo me preguntaba por qué motivo estaba yo yendo allí. Yo en verdad no tenía idea, tal vez santificar Garabandal, como me había pedido Jesús hacía más de un año. Sin embargo el Señor me había dicho que Él en persona santificaría Garabandal. Mi misión es amarlo, consolarlo, y permitirle escribir por mi medio, de manera que me preguntaba y me sentía insegura. De repente el cielo se despejó, se puso espléndido con nubes anaranjadas y yo sentí que nos rodeaba la Presencia de Dios. No, Él no nos iba a abandonar ahora. No tenía yo sino que abandonarme a Él completamente y confiar plenamente en Él. Yo sentí de nuevo esta intimidad que Él me había enseñado y que comparte conmigo. Yo le llamé Abba. Sí, Abba cuida de mí con un Gran Amor. Finalmente, llegamos a Garabandal y logramos dar con la iglesia donde se estaba celebrando la misa. Entramos. Frente a mí había una estatua del Sagrado Corazón de Jesús y, a Su derecha, Santa María con los brazos abiertos. Le oí decir a María: "Gracias por haber venido a Mí". Encantada le respondí: "Gracias por haberme traído aquí, Contigo". Después de misa, nuestro guía preguntó al sacerdote si sabía dónde pudiéramos alojarnos. Él era muy agradable y nos dijo que le siguiéramos. Nos condujo a una posada y pidió a la dueña 1 que nos diera hospedaje. Aunque estaba ocupada sirviendo la cena a la gente nos llevó a su casa donde había un cuarto y una sala. En la sala había dos camas de camping, y yo preferí compartir el cuarto con Beatriz. Antes de dejar Biarritz, dudé si llevar conmigo la estatua de Nuestra Señora de Fátima que, por lo general, me acompaña siempre. Decidí dejarla hasta mi regreso a Biarritz. Tenía miedo de que se rompiera en el viaje. Pero ¿qué vimos sobre un anaquel en el vestíbulo de la habitación? La misma estatua de Nuestra Señora de Fátima. Ella nunca me había dejado. Allí estaba en Garabandal, desde Fátima. No tenía rosario en Sus manos pero yo tenía otro más en el bolso; era un rosario de Medjugorje. Así, en Garabandal, puse el rosario de Medjugorje en las manos de Nuestra Señora de Fátima. Ahora los tres están enlazados. No teníamos despertador. Pero en la habitación había una hermosa estatua grande de Santa Teresa de Lisieux. Le pedí a Santa Teresa que nos despertara a una hora conveniente, no muy temprano. Por la mañana Beatriz y yo fuimos despertadas por tres golpes secos en la puerta. Encendí la luz para ver la hora y vi que eran las ocho en punto. Dije "Sí", pensando que había alguien detrás de la puerta que nos despertaba. Abro la puerta y nadie... así que Santa Teresa no nos ha olvidado. Después del desayuno vi al hermano de una de las videntes. Entonces subí a cada uno de los sitios en donde se apareció Nuestra Señora, bendiciéndolo, besándolo; oramos y pasamos toda la mañana en esos sitios. Luego marchamos. 1 supimos más tarde que la propietaria de la posada es la cuñada de una de las videntes de Garabandal |