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LA GRACIA DEL SUFRIMIENTO

4.08.1987
De regreso en Suiza

Tengo miedo de lo que pienso que me está sucediendo. ¿Será ésta la intuición de la que Dios me habló la semana pasada?

¿Dios mío?

Yo Soy, bienamada.

¿Te estoy interpretando bien, Señor?

¡Sí, lo estás! El Amor hará de ti un espejo de reflejos y agonías sintonizado con todos los que sufren. Tú sentirás sus agonías y sufrimientos como si fueran los tuyos.

Cuando oigas o veas sufrimientos, o si alguno está en un gran dolor, Yo, el Señor, te ofreceré esta gracia de sentir estos dolores, tanto como el que los está sufriendo, así tú serás capaz de penetrar completamente en sus heridas y tener un claro concepto de sus sufrimientos.

Vassula, bienamada, con esta intuición que Yo te estoy dando, podrás ser de una ayuda tremenda para ellos, sufrir cuando ellos sufren, y si tú los rechazas, Yo te lo recordaré todo el tiempo. Tú compartirás sus sufrimientos.


¡Oh, Dios mío! ¿Soportará mi organismo todo esto? No es que mi espíritu tema, pero mi carne es débil...

Recuerda que Yo te daré suficiente fortaleza, tanto para tu alma como para tu carne, hasta el final. Créeme, esto es una gracia, pequeña. Ama a Mis hijos tanto como Yo les amo, sé Mi reflejo, sincronízate Conmigo y con ellos. Yo te amo y, por este amor sublime, te estoy dando esta gracia. No te canses, ven, te infundiré Mi Amor dándote Mis Clavos. Siente todos los sufrimientos. Hija Mía, ¿harás todo esto por Mí?

Sí, Dios mío, si éste es Tu deseo.

Ven, el Amor te guiará.

Me lo había imaginado. He aquí por qué: Hace tres días sacaron en el noticiero a dos niños que murieron atrapados bajo tierra. Sentí muchísima pena por ellos y sus padres. Oré por los padres. Al día siguiente mostraron un tornado en Canadá y a la gente aterrorizada que hablaba sobre él, todavía bajo el miedo. Esa misma noche oré también por ellos. Sentía pena pero no como si estuviese en su propia piel. De repente, Dios me envió Su penetrante Rayo y yo Lo sentí atravesar mi pecho y salir por mi espalda. Me quemó y provocó tal angustia, que deseaba correr a beber agua. ¡Era como si estuviera en llamas! Luego, más tarde, me dormí. Él me dio una viva imagen de cómo debiera haberme sentido: en mi sueño mi propio hijo moría. Me desperté por la agonía y Dios me dijo, mientras estaba en esta agonía, que rezara inmediatamente por los padres que perdieron sus hijos. Yo oré fervientemente como si fueran los míos. Me volví a dormir, e inmediatamente, Dios me dio una imagen de mí misma en medio de un tornado. Pasé por desesperados temores de muerte. Él me despertó de nuevo y me dijo que rezara por los que habían vivido esa experiencia. Oré fervorosamente, pues aún estaba tenía la viva impresión del desastre.