Boletín de la Verdadera Vida en Dios

17 de marzo de 2005

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"Soy Yo, tu Salvador, Quien ha venido a ti para sanarte,

alma amadísima."

La Sagrada Eucaristía

Una reflexión de Vassula

 

 “A Mi Eucaristía, cada vez, se le da menos y menos importancia”

(16 de octubre de 2000)

El recibir los Dones de la Eucaristía es estar incorporado al Cuerpo de Cristo, nacido de la Virgen, al igual que en el de la Iglesia, que también es Su Cuerpo. Se sabe que cuando uno recibe la Eucaristía, merecidamente y con fe, la Eucaristía nos confiere divinidad. Creemos que compartimos la vida eterna, a menos que la recibamos indignamente y para nuestra condenación.

Cristo, al darse a Sí Mismo a nosotros en la Comunión, nos da Su Propia Carne y Sus Huesos. Verdaderamente, Esto es lo que Él nos da a comer. Por lo tanto, a través de la Comunión, Él nos hace uno Consigo Mismo. Nuestro Señor nos deifica porque estamos encarnados en Él: carne de Su Carne y hueso de Sus Huesos.

La Comunión es la resurrección a la vida eterna. Y los que tienen vida eterna son aquellos de quienes el Señor dice que los resucitará en el último día. Jesús, el Hijo de Dios, proclama claramente que la unión que debemos tener con Él en la Comunión es como la Unión y la Vida que Él comparte con Su Padre. Por la Gracia, cuando comemos Su Carne y bebemos Su Sangre, de la misma manera en que Él está unido a Su Padre, por Naturaleza, así nosotros estamos unidos a Él y vivimos en Él.

El Señor ha dicho: “Yo soy el Pan que desciende desde el Cielo”. Él no dijo: “que ha descendido”, porque esto significaría haber descendido sólo una vez. ¿Qué dice Él? Él dice: “que desciende”, lo que significa que siempre e incesantemente desciende en aquellos que son dignos de Él, Él Quien es ofrecido cada hora, incluso ahora.

Deben ver con el ojo de la mente cómo esta pequeña Hostia, tan modesta, es divinizada por el Cielo y es verdaderamente Dios, el Pan y la Bebida de la Vida Inmortal. Es el Espíritu Santo Quien transforma el pan en el Cuerpo del Señor y el vino en la Sangre de nuestro Señor, por tanto Divinizado completamente.

Así, el Señor se da a Sí Mismo, pródigamente, santificándonos y preparándonos para la vida eterna, envolviéndonos con el resplandor de la inmortalidad y dándonos fervor para adorarlo. Cristo está Presente en los Dones Eucarísticos, y al momento de recibirlos, en Sus Dos Naturalezas, Divina y Humana. Por lo tanto, aquellos que reciben la Comunión, a menudo, son benditos porque se nutren de Cristo cada día. El Dios Invisible, el Dios Inalcanzable se encuentra a nuestro alcance.

En los Mensajes de la VVeD esto es lo que dice nuestro Señor acerca de la Eucaristía: “Para salvar a todos los humildes de la Tierra, que Me reciben y para darles vida imperecedera, Yo Me convierto en pan para darme a Mí Mismo a ustedes. A través de esta Comunión, Yo santifico a todos los que Me reciben, deificándolos para convertirse en carne de Mi Carne, hueso de Mis Huesos. Al recibirme, a Mí que Soy Divino, Yo y ustedes nos convertimos en un sólo cuerpo, unidos espiritualmente. Nos convertimos en familia, ya que Yo puedo convertirlos en dioses por participación… A través de Mi Divinidad, Yo deifico al hombre”. (16 de octubre de 2000)

Nuestro Señor Jesús nos pide a todos que vayamos y Lo adoremos en el Bendito Sacramento. Si ustedes dicen: “No tengo tiempo” o “¿Es realmente necesario?”, es como si le dijeran a su mejor amigo: “No tengo tiempo de visitarte, ni de verte jamás”. Su amigo se ofendería y se ofendería mucho más si dijeran: “¿Es realmente necesario que te visite?”. Esto sería muy malo, pues no sólo lastimarían a su amigo, sino que él empezaría a creer que no a ustedes no les interesa que estén juntos. Esto mismo pasa con nuestro Señor.

En las Escrituras, los primeros que adoraron a Jesús, arrodillándose ante Él, fueron los pastores y los tres Reyes Magos. Ellos viajaron desde sus países para rendirle homenaje.

En Gethsemaní, cuando Él estaba orando al Padre, en agonía, necesitó la compañía de Sus discípulos y les pidió que permanecieran despiertos y oraran. Pero como saben, el sueño se apoderó de ellos y Jesús se quejó con Pedro diciéndole: “¿De modo que no pudieron permanecer despiertos Conmigo, una hora?”

Nuestro Señor dice que el mundo hoy está viviendo como si no hubiera Dios y la apostasía se ha propagado más que nunca antes, pues el mundo no presta atención a la Ley y a los Preceptos de Dios. El mundo rehúsa darle gloria a Dios y en su lugar, se glorifica a sí mismo, jugando a ser dios. La gente dedica más su tiempo a las complacencias terrenales que a estar con Dios y a aceptar Su Amor. Estamos viviendo en tiempos en que lo bueno es transformado en malo. Estamos viviendo en tiempos en los que el mundo se ha vuelto frío, como glaciar, hacia el Amor de Dios, y se entrega a sí mismo al ateísmo y al materialismo, convirtiendo todo lo material en un dios.

Jesús, verdaderamente, mora en el Tabernáculo, de manera constante.¿Dicen que aman a Jesús?  Entonces pruébenle su amor asistiendo frecuentemente a la Adoración al Santísimo Sacramento. Muéstrenle su amor con su presencia, aunque permanezcan sin decir nada y en silencio. Jesús valora todo. Él valora su presencia y a cambio, Él los atrae a Su Sagrado Corazón, a Su Dulce Abrazo para que aprendamos a amarlo de una manera íntima.

“Agrádenme y cambien sus vidas. Feliz el hombre que medita en lo que hoy Yo le estoy ofreciendo y examina su corazón y su alma, pues Yo lo resucitaré. Felices aquéllos que vienen a Mí, como el publicano, aceptando su culpa, pues en esos corazones, Mi Palabra echará raíces y prosperará. Entonces, Yo quitaré el velo de sus ojos para que puedan ver y para que comprendan con su corazón que todo lo que necesitan es Amor.  Amor y Adoración…. todo lo que Yo pido es amor en santidad. Yo estoy en búsqueda de su corazón…. El Amor está esperando, vengan y adórenme….” (1° de junio de 1989)

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