Enviado: Martes, 5 de febrero de 2002

Asunto:   Internet y el Evangelio

 

El siguiente mensaje de Juan Pablo II ha sido liberado con motivo de la
Trigésima Sexta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se
llevará a cabo el 12 de mayo de 2002, y cuyo tema será: "Internet: Un
Nuevo Foro para la Proclamación del Evangelio".


La Iglesia prosigue, en todas las épocas, la tarea comenzada el día de
Pentecostés, cuando los Apóstoles, con el Poder del Espíritu Santo,
salieron a las calles de Jerusalén a anunciar el Evangelio de
Jesucristo, en diversas lenguas. A lo largo de los siglos sucesivos,
esta misión evangelizadora, se extendió a los rincones más recónditos de
la tierra, a medida que el cristianismo se arraigaba en muchos lugares y
aprendía a hablar las diferentes lenguas del mundo.

Pero la historia de la evangelización no es sólo una cuestión de
expansión geográfica, ya que la Iglesia también ha tenido que cruzar
muchos umbrales culturales. La era de los grandes descubrimientos, el
Renacimiento y la invención de la imprenta, la Revolución industrial y
el nacimiento del mundo moderno: estos fueron también momentos críticos,
que exigieron nuevas formas de evangelización. Ahora, con la revolución
de las comunicaciones y la información en plena transformación,la
Iglesia se encuentra indudablemente ante otro camino decisivo.

Por lo tanto, es conveniente que en esta Jornada Mundial de las
Comunicaciones de 2002 reflexionemos en el tema: «Internet: Un Nuevo
Foro para la Proclamación del Evangelio».

Internet es ciertamente un nuevo «foro», entendido en el antiguo sentido
romano de lugar público. Era un lugar de la ciudad muy concurrido y
animado, que no sólo reflejaba la cultura del ambiente, sino que también
creaba una cultura propia. Esto mismo sucede con el ciberespacio, que
es, por decirlo así, una nueva frontera que se abre al inicio de este
nuevo milenio. Para la Iglesia, el nuevo mundo del ciberespacio es una
llamada a la gran aventura de usar su potencial para proclamar el
mensaje evangélico.

La Iglesia afronta este nuevo medio con realismo y confianza. Como otros
medios de comunicación, se trata de un medio, no de un fin, en sí mismo.
Internet puede ofrecer magníficas oportunidades para la evangelización,
si se usa con competencia y con una clara conciencia de sus fuerzas y
sus debilidades. Sobre todo, al proporcionar información y suscitar
interés, hace posible un encuentro inicial con el mensaje Cristiano,
especialmente entre los jóvenes, que se dirigen cada vez más al mundo
del ciberespacio como una ventana abierta al mundo. Por esta razón, es
importante que las comunidades Cristianas piensen en medios muy
prácticos de ayudar a los que se ponen en contacto por primera vez a
través de Internet, para pasar del mundo virtual del ciberespacio, al
mundo real de la comunidad Cristiana.

En una etapa posterior, Internet también puede facilitar el tipo de
seguimiento que requiere la evangelización. Ya existen en la red
innumerables fuentes de información, documentación y educación sobre la
Iglesia, su historia y su tradición, su doctrina y su compromiso, en
todos los campos en todas partes del mundo. Por lo tanto, es evidente
que Internet, sí puede proporcionar un suplemento y un apoyo únicos para
preparar el encuentro con Cristo en la comunidad, y sostener a los
nuevos creyentes en el camino de la fe que comienza entonces.

Sin embargo, hay ciertas cuestiones necesarias, que se plantean al usar
Internet para la causa de la evangelización. De hecho, la esencia de
Internet consiste en suministrar un flujo casi continuo de información,
gran parte de la cual pasa en un momento.

En una cultura que se alimenta de lo efímero, puede existir fácilmente,
el riesgo de considerar que lo que importa son los datos, más que los
valores. A pesar de su enorme potencial benéfico, ya resultan evidentes
para todos, algunos modos degradantes y perjudiciales de usar Internet,
y las autoridades públicas tienen seguramente la responsabilidad de
garantizar que este maravilloso instrumento contribuya al bien común, y
no se convierta en una fuente dañina.

Además, Internet redefine radicalmente la relación psicológica de la
persona con el tiempo y el espacio. La atención se concentra en lo que
es tangible, útil e inmediatamente asequible; puede faltar el estímulo a
profundizar más el pensamiento y la reflexión. El entendimiento y la
sabiduría son fruto de una mirada contemplativa sobre el mundo, y no
derivan de una mera acumulación de datos. Son el resultado de una visión
que penetra el significado más profundo de las cosas, en su relación
recíproca, y con la totalidad de la realidad. Además, como foro en el
que prácticamente todo se acepta y casi nada perdura, Internet favorece
un medio relativista de pensar, y a veces fomenta la evasión de la
responsabilidad y del compromiso personales.

El hecho, de que a través de Internet, la gente multiplique sus
contactos de modos, hasta ahora impensables, abre maravillosas
posibilidades de difundir el Evangelio. Pero también es verdad, que las
relaciones establecidas mediante la electrónica, jamás pueden tomar el
lugar de los contactos humanos directos, necesarios para una auténtica
evangelización, pues la evangelización depende siempre del testimonio
personal del que ha sido enviado a evangelizar. ¿Cómo guía la Iglesia,
desde el tipo de contacto que permite Internet, a la comunicación más
profunda que exige el anuncio Cristiano? ¿Cómo entablamos el primer
contacto y el intercambio de información que permite Internet?

No cabe duda de que la revolución electrónica entraña la promesa de
grandes y positivos avances con vistas al desarrollo mundial; pero
existe también la posibilidad de que agrave efectivamente las
desigualdades existentes, al ensanchar la brecha de la información y las
comunicaciones. ¿Cómo podemos asegurar que la revolución de la
información y las comunicaciones, que tiene en Internet su primer motor,
promueva la globalización del desarrollo y de la solidaridad del hombre,
objetivos vinculados íntimamente con la misión evangelizadora de la
Iglesia? ¿Cómo podemos garantizar que este magnífico instrumento,
concebido primero en el ámbito de operaciones militares, contribuya
ahora a la causa de la paz? ¿Puede fomentar la cultura del diálogo, de
la participación, de la solidaridad y de la reconciliación, sin la cual
la paz no puede florecer? La Iglesia cree que sí; y para lograr que esto
suceda, está decidida a entrar en este nuevo foro, armada con el
Evangelio de Cristo, el Príncipe de la Paz.

Internet produce un número incalculable de imágenes que aparecen en
millones de pantallas de computadoras alrededor del todo el planeta. En
esta galaxia de imágenes y sonidos, ¿aparecerá el Rostro de Cristo y se
oirá Su Voz? Porque sólo cuando se vea Su Rostro y se oiga Su Voz, el
mundo conocerá la Buena Nueva de nuestra Redención. Por lo tanto, en
esta Jornada Mundial de las Comunicaciones, quiero exhortar a toda la
Iglesia a cruzar intrépidamente este nuevo umbral, para entrar en lo más
profundo de la red, de modo que ahora, como en el pasado, el gran
compromiso del Evangelio y la cultura, muestre al mundo «la Gloria de
Dios que está en el Rostro de Cristo».




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