Sent: Saturday, April 12, 2003 7:18 AM
Subject: LA CONFESION

El reconocido teólogo Scott Hahn ha publicado un nuevo libro titulado “Señor, Ten Misericordia: El Poder Sanador de la Confesión”. El siguiente artículo es una entrevista realizada para promover el libro.
 
 
Pregunta: La Iglesia siempre ha recomendado la Confesión frecuente, pero para muchas personas esto es intimidante. ¿Cómo podría su libro ayudarlos a enfrentarse a este reto?
 
Hahn: La cosa más importante, que encontrarán los lectores, es un acercamiento Bíblico al Sacramento. La Confesión no es nada nuevo. Es la forma que el pueblo de Dios siempre ha utilizado para arrepentirse, reconciliarse y sanar.
 
 
 
En el Antiguo Testamento, las personas confesaban sus pecados, regularmente, ofreciendo sacrificios de animales. Esto era más difícil, caro y sangriento. Tenían que comprar su propio animal, llevarlo al altar y matarlo ellos mismos.
 
Nuestra necesidad de confesión no desapareció con la Venida de Jesús, sino que ahora se lleva a cabo de una manera más limpia, fácil y poderosa. Jesús la estableció perfectamente al instituir el ministerio y un Sacramento de arrepentimiento en la Nueva Alianza. Esta no es una diferencia superficial. El Sacramento perfecciona lo que antes se encontraba en una etapa inicial. Yo analizo este desarrollo, en cierto detalle, en “Señor, Ten Misericordia”.
 
 
Pregunta: ¿En qué manera nuestra comprensión de la Confesión como un Sacramento de sanación hace que ésta sea una experiencia menos intimidante?
 

Hahn: Hay muchas maneras de ver la Confesión y todas ellas son válidas.
 
Pueden verlo como un juzgado con un Juez Divino. Lo pueden ver como una enumeración de deudas. Pero pienso que ayuda más verlo como una sanación: como el cuidado de la salud. La Confesión hace para las almas, lo que los doctores, dietistas, fisioterapeutas y farmacéuticos hacen para nuestros cuerpos.
 
Piensen en todo lo que hacemos para mantener nuestros cuerpos en orden. Vamos a revisiones periódicas, con un médico general, un dentista, un oculista. Y nadie nos tiene que recordar que nos cepillemos los dientes, que nos bañemos, o que nos tomemos las medicinas para sanar lo que nos duela. Todo esto es bueno para nosotros y, también, es bueno para todos los que están a nuestro alrededor. Nadie quiere trabajar, a nuestro lado, si decidimos dejar de bañarnos.
 

Bueno, pues si nos esforzamos tanto en el cuidado de nuestros cuerpos, ¿no deberíamos de dedicar más tiempo a nuestras almas? Después de todo, nuestros cuerpos morirán relativamente pronto, pero nuestras almas vivirán para siempre.
 
Más aún, nuestras decisiones respecto a nuestra salud espiritual e higiene, tendrán un fuerte efecto en las personas que nos rodean. Nada es mejor para la vida familiar y la dinámica del lugar de trabajo, como un alma limpia y el consejo de un buen confesor.
 
Por otro lado, nada daña nuestras relaciones y nuestra salud mental tanto como el peso del pecado y de la culpa. La Confesión es un servicio gratuito para la salud, así como ¡un seguro de vida gratis! Cristo es el médico y, a diferencia de los médicos humanos, Él nos garantiza que nos sanaremos en cada ocasión.
 
 
De hecho, Él puede garantizarnos la inmortalidad. Cualquier doctor que pudiera hacer todo esto, tendría largas filas de gente esperando en su consultorio. Lo que haría que la Confesión no sea tan intimidante es tener una fe más grande en Jesucristo y en lo que Él puede hacer por nosotros.
 
 

Pregunta: ¿La Confesión es únicamente Católica?
 
Hahn: ¡No, no lo es! Los Cristianos Ortodoxos la recomiendan fervientemente y su Sacramento es válido. También, muchos Protestantes han buscado retener o recuperar ciertos elementos externos de la Confesión.
 
C. S. Lewis era Anglicano, pero se confesaba regularmente. Algunas Iglesias Evangélicas incluso permiten la confesión pública de los pecados, frente a la congregación.
 
 
 
Yo pienso que la Confesión llena una necesidad profunda en nuestras almas. Necesitamos dejar nuestro corazón limpio. Queremos empezar de nuevo.
 
 
 
Pregunta: ¿En qué forma estas practicas similares se convierten en la manera, cierta y eficaz, por la que Dios ha estado conduciendo a su pueblo, desde los tiempos de Adán?
 

Hahn: No tengo duda de que cuando los hombres y las mujeres responden a un llamado del altar y confiesan sus pecados a Dios, Él les muestra Su Gran Misericordia. Pero Dios nos ha dado sólo una manera “cierta y eficaz” para el perdón de los pecados, y esa es la Confesión Sacramental a los ministros de la Iglesia que Jesús estableció. Esto queda claro en las Escrituras y la Tradición, como lo demuestro en mi libro.
 
 
 
Pregunta: Muchas parroquias Católicas realizan servicios comunitarios de penitencia durante el Adviento y la Cuaresma de cada año. ¿Cree usted que estos servicios cíclicos ayudan o dañan a la Confesión, tanto en términos de la frecuencia con la que el creyente recibe el Sacramento y en términos de la calidad de la Confesión y la experiencia del Sacramento?
 
Hahn: La Iglesia aprueba dichos servicios, pero claramente, declara que estos deberían conducir a cada creyente a una Confesión individual.
 
Incluso cuando se recibe una absolución general en el campo de batalla, se supone que uno debe ir a un sacerdote, tan pronto como las balas se detengan. Yo he asistido a muchos servicios comunitarios de penitencia, donde los sacerdotes están disponibles para realizar Confesiones individuales. Y las filas de espera son largas.
 
 
Pregunta: Su libro explica al lector la manera en que la Confesión ha cambiado a través de los años. ¿Qué otros cambios piensa usted que podrían ocurrir, en el futuro, en relación con este Sacramento?
 
Hahn: A través de 2000 años, el Sacramento no ha cambiado en su esencia, sólo en cosas secundarias. En esto, no es diferente a los otros Sacramentos. Las costumbres relativas al Bautismo y la Confirmación han cambiado a través de los siglos, pero no la enseñanza de la Iglesia en relación a los Sacramentos.
 
En cuanto a un cambio futuro, ni siquiera podría imaginármelo. No soy profeta. El único cambio que puedo prever es un aumento de la popularidad del Sacramento. Esto ya está ocurriendo en muchos lugares. La gente ha agotado las alternativas, porque éstas no dan paz.
 
El psicoanálisis, los medicamentos, las terapias, las diversiones, todas tienen su lugar. Pueden reducir el dolor temporalmente, pero ninguna puede sanar la herida. Nuestros corazones no tienen descanso “y permanecerán sin descanso”, hasta que descansen en Dios.
 
 
 
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