Queridos amigos de la VVeD:
Tengo varias cosas que
compartir con ustedes, las cuales enumeraré por asunto, y las incluiré todas en
esta carta.
Que
Dios los bendiga
Vassula
Y ahora, déjenme compartir con ustedes mi peregrinación de Cuaresma al
Padre Pío.
El año pasado, me invitaron a reunirme con Gemma di Giorgi, una mujer de
mediana edad de Sicilia, quien por la Gracia de Dios, recibió un milagro del
Padre Pío, cuando él todavía vivía. En ese tiempo, ella tenía siete años de edad.
Ella nació sin la retina de los ojos y estaba completamente ciega. Es
como tener una cámara pero sin rollo de película dentro. Su abuela, una creyente
ferviente, oró mucho por un milagro. Habiendo escuchado mucho acerca del Padre
Pío, se decidió un día a llevar a su nieta a visitar al Padre Pío y pedirle sus
oraciones. Así que ambas tomaron el tren y en el camino para ver al Padre Pío,
ella fue sanada. Ella podía ver. Lo primero que vio fue el mar y un barco. Luego
se volteó y miró a su abuela. Desde entonces, ella es muy conocida en todas
partes de Italia y el año pasado la conocí, justo después de su visita al Santo
Padre, quien la reconoció y le dio un Rosario. En muchos de los libros del Padre
Pío, ella es mencionada como uno de sus grandes milagros. El milagro es que ella
aún no tiene retina y sin embargo, puede ver. Todos
los doctores están confundidos…
Cuando nos reunimos el año pasado, le pedí que se uniera a nuestra
Peregrinación
en Egipto y algunos de ustedes ya deben de haberla conocido.
Sucedió que viajamos juntas, recientemente a Singapur, sin haberlo planeado.
Ella iba camino a las Filipinas y yo iba camino a Dhaka. Después de su regreso
de Asia, nos reunimos y Gemma me pidió que fuera con ella a ver al Padre Pío y
le hiciéramos una visita. Y eso hicimos. Ese día con Nicky Hvidt, manejamos casi
1000 km, para visitar los dos lugares del Padre Pío. Primero fuimos a
Pietrelcina, su pueblo natal. Como era viernes y estaba bastante frío, no era
época de grandes peregrinaciones, por lo que nos alivió el hecho de no haber
encontrado multitudes y tener que formar filas. Entramos a cada una de sus
habitaciones, y visitamos y oramos en la Iglesia cercana, donde él solía pasar
las noches, muchas veces encerrado ahí. Luego, conducimos a San Giovanni
Rotondo. Sin Gemma no hubiéramos podido ver lo que, generalmente, no está
permitido al público.
Al llegar ahí, fuimos al monasterio del Padre Pío.
Todos los Capuchinos conocen bien a Gemma. Ella tocó la campana de la puerta
principal y el Padre Paulo, quien conocía bien a Gemma, abrió la puerta. Ella le
pidió que nos llevara alrededor de cada rincón donde estuvo el Padre Pío. Más tarde, ella me dijo que el Padre
Paulo (quien por cierto, se parece mucho al Padre Pío), fue quien le dio al
Padre Pío la última unción Sacramental, antes de morir, y lo cargó hasta la
tumba. Él nos contó muchas historias, una de ellas sobre el día en que el Padre
Pío recibió los estigmas visibles y estaba cubierto de sangre. El Padre Pío se
sobrecogió en pánico; primero, pensó que Jesús quizás, estaba enojado con él y
lo castigó. Él no había visto los estigmas, pero tenía dolor y veía que estaba
todo ensangrentado. Corrió por los corredores del monasterio pidiendo ayuda.
Finalmente, los monjes se dieron
cuenta de que él había recibido los estigmas del Crucifijo, que el Padre Pío se
encontraba adorando.
Por supuesto, visitamos el Crucifijo y todo lo que ahí
había que ver. Al final, fuimos a su tumba. Gemma venía cargando, desde las
Filipinas, una bolsa llena de cartas de los Filipinos, quienes se las confiaron
para que las colocara sobre la tumba del Padre Pío. Fiel a su promesa, cargó
esta bolsa, todo el viaje, hasta la tumba del Padre Pío. El Padre Paulo, a pesar
de toda su bondad, le dijo que está prohibido colocar cualquier cosa, ni
siquiera una flor sobre la tumba del Padre Pío, mostrándole una inscripción en
una placa. Su tumba está rodeada de una cerca y uno no puede ni siquiera
tocarla. Gemma es una persona
con una fuerte personalidad.
Después de orar, el Padre Paulo se despidió de nosotros y se fue. Ya no había nadie ahí, ya que era la hora de cerrar. Ella se dirigió al guardia y yo la vi, con el rabillo del ojo, hablar con él. Ella regresó y nos dijo que nos fue permitido abrir la cerca e ir hasta la tumba. Justo entonces, un monje delgado llegó y abrió la puerta de la cerca, ya que él mismo quería hacer lo mismo. Así que nos encontramos todos alrededor de la tumba y Gemma colocó la bolsa con las cartas sobre su tumba. El monje pidió que todos oráramos el Padre Nuestro y después de eso, nos dio azucenas que yacían sobre la tumba del Padre Pío. Él tomó las cartas de Gemma y le dimos las gracias.
Yo le agradecí al Padre Pío la invitación, durante
esta Cuaresma, en la que él me trajo hasta su casa. Oré por todos ustedes, para
que interceda por sus intenciones y que él le pida al Señor que los mantenga
fuertes para Sus Mensajes y en su fe. Le pedí que nos cuidara a todos y también
que protegiera los Mensajes de Nuestro Señor, lo cual él hace.
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