El Papa Juan Pablo II hizo el siguiente llamado, el
domingo pasado, en la Plaza de San Pedro:
¡Queridos hermanos y
hermanas!
Durante meses, la comunidad internacional ha estado
viviendo en gran aprehensión, a causa del peligro de una guerra que podría
perturbar toda la región de Medio Oriente y exacerbar las tensiones que,
desafortunadamente, ya están presentes en el principio del milenio. Es un deber
de los creyentes, sin importar la religión a la que pertenecen, el proclamar que
nunca seremos felices si estamos uno contra el otro. El futuro de la humanidad
nunca podrá ser asegurado mediante el terrorismo y la lógica de la
guerra.
Nosotros, los Cristianos, en particular, estamos
llamados a ser guardianes de la paz en los lugares donde vivimos y trabajamos.
Es decir, se nos pide estar alertas, para que las conciencias no sucumban a la
tentación del egoísmo, la falsedad y la violencia.
Por lo tanto, invito a todos los Católicos a dedicar
con especial intensidad, el próximo 5 de marzo, Miércoles de Ceniza, a la
oración y ayuno por la paz, especialmente en el Medio
Oriente.
Sobre todo, imploremos a Dios por la conversión de
los corazones y una visión generosa para la toma de decisiones justas, para
resolver con medios adecuados y pacíficos, las disputas que obstaculizan la
peregrinación de la humanidad en nuestro tiempo.
En cada santuario Mariano se elevará, al Cielo, una
oración ardiente por la paz, mediante el rezo del Santo Rosario. Yo confío
que, también en las parroquias y en las familias, se rezará el Rosario por esta
gran causa de la cual depende el bien de todos.
Esta invocación común se acompañará con ayuno,
expresión de penitencia por el odio y la violencia que contaminan las relaciones
humanas. Los Cristianos comparten la antigua práctica del ayuno, con muchos
hermanos y hermanas de otras religiones, quienes de esta manera, quieren ser
despojados de todo orgullo y estar dispuestos a recibir de Dios los más grandes
y necesarios dones, entre los cuales, en particular, está el de la
paz.
A partir de ahora, invoquemos la ayuda de la Santísima María, Reina de la Paz, en esta iniciativa, la cual está situada al principio de la Cuaresma. ¡Por medio de Su intercesión, que la bienaventuranza evangélica: “Bienaventurados son los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5,9) resuene con nueva fuerza en el mundo y encuentre una aceptación concreta!
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