Este maravilloso testimonio fue enviado por Héctor
Rodríguez, de Colombia.
Hace poco que conozco realmente al Señor,
aproximadamente unos 5 años, y eso porque me enteré que estaba gravemente
enfermo y sin ninguna posibilidad humana de curarme.
Desde entonces he
comenzado a buscar al Señor y hasta el momento no lo he encontrado, pues es Él
quien me buscó. Dejo entrever su rostro y así nos encontramos. A partir de
ese momento no me ha fallado y Su Amor no deja de faltarme aunque reconozco que
no lo merezco.
Aunque un tío murió de la misma enfermedad, en mis
brazos, y a pesar del impacto que causo en mí, pues lo quería o quiero mucho, no
temo, porque Jesús siempre ha estado allí dándome Su Misericordia, Su Fortaleza,
Su Amor.
En este corto tiempo he predicado a diferentes grupos lo grande
que es el Amor de Dios, visitado enfermos, y aunque parezca irónico, de los que
han llegado a la etapa final de la enfermedad y algunos hasta muerto, pero el
Señor siempre ha estado conmigo, hablando conmigo para darles el consuelo
necesario, la fortaleza y sobre todo haciéndolos sentir amados por Él,
enseñándoles que allí es donde nos configuramos más a Él, en el dolor que
desgasta nuestro cuerpo pero que va fortificando alma y transfigurándola por una
fuerza que no es nuestra, a través de una entrega y abandono total en las manos
de quien nos creo: Dios.
Me colma de experiencias que ni siquiera
hubiera pensado en toda mi vida, de palabras que realmente me mantienen con una
esperanza viva, a pesar de que pueda morir dentro de poco. Eso no me importa, lo
que me importa es que me siento amado por Él y eso me sostiene sobre manera.
Espiritualmente hablando, me ha tocado vivir unas experiencias, que no
desearía a nadie, y es sentir el peso de la muerte; claro esta por mi falta de
fe.
Hoy soy un hombre de 25 años que no se cansa cada día de dar gracias a
Dios por tan grandes cosas, que desea ser un testigo de Su Amor y aunque lo veo
lejos de mis fuerzas se que Dios me ayudará.
No sé a donde desea
llevarme pero, en lo posible, trato de dejarme llevar por esa corriente de Amor
y ojalá pueda sumergirme en toda ella. Lo que si estoy seguro es que me Ama, que
aunque mi corazón se desvía Él no me deja.
Todos estos años he estado en sus brazos y lo reconozco con todo mi ser,
porque no se quién podría vivir como hasta hoy vivo yo, con deseo intenso de
amarlo hasta gastar mis fuerzas, que lo conozcan como un Dios Padre de todo Amor
que está dispuesto a llevarte a Su Corazón sin importar quien
eres, y todo
por Amor.
Pero, bendito Sea Dios que nos muestra Su Rostro a pesar de lo
miserables y pecadores que somos.
Antes lloraba por mi vida, por el terror
de morir. Hoy lloro porque a veces me siento imposibilitado para amarlo con todo
mi ser, lloro por el gozo que Él brinda gratuitamente. Es una locura, pero sufro
y gozo al mismo tiempo.
En las pruebas es como Dios nos ayuda a ser
mejores hijos de Él. Ahí se miden nuestras fuerzas y el amor que tenemos hacia
Él. Todo es siempre por amor.
Héctor Rodríguez
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