Al
inicio de la peregrinación de la Verdadera Vida en Dios, en Egipto, todos los
participantes del grupo ecuménico e interreligioso fueron invitados a la Divina
Liturgia en el Monasterio Griego Ortodoxo de San Jorge, en el Antiguo
Cairo.
El Obispo Theofylaktos, de Babilonia, dio el siguiente discurso al
final de la Liturgia, el 22 de octubre de 2002.
“Mis
amados hermanos, obispos, superiores de todas las denominaciones Cristianas, les
doy la bienvenida, con amor especial en este santo monasterio. Les traigo
saludos y bendiciones de su Santidad, nuestro Patriarca, el Papa de Alejandría y
de toda África, su Santidad Pedro VII, quien no pudo estar con todos ustedes,
debido a otras obligaciones. Él les desea una agradable estancia en Egipto, el
país del Nilo.
El lugar en el que están hoy, no es sólo santo, sino
también 'Theovadistos', (caminado por Dios). Aquí, la Sagrada Familia llegó y
permaneció, durante aproximadamente 18 meses, huyendo del terror de Herodes.
Aquí, Jesucristo dio Sus primeros Pasos. Aquí, el Pequeño Emmanuel escuchó los
primeros trinos de los pájaros. Nuestro monasterio es uno de los monumentos más
antiguos de África del Norte, construido en el siglo cuarto A.C. Aquí es donde
San Jorge, el gran mártir, fue aprisionado durante 30 meses, y aquí empezó, su
martirio, el cual terminó en un pequeño pueblo en
Palestina.
Estoy
especialmente contento, porque todos nosotros estamos reunidos, hoy aquí, y
elevamos nuestras manos en una oración y súplica común, a Dios, por la paz del
mundo entero, y por todos los pueblos de la Tierra. La humanidad está sufriendo
por las guerras y otra clase de catástrofes. Nosotros, como representantes de
todas las denominaciones Cristianas y otras religiones, tenemos el deber de
enseñar a nuestra gente a vivir en reconciliación con todas las personas.
Desafortunadamente, todos hemos olvidado que tenemos raíces comunes, un Padre
Común, Dios y Creador del Universo. ¡Basta! ¡La Tierra está cansada de recibir,
durante siglos, el derramamiento injusto, de sangre fraternal! El hombre debe
entender, algún día, que las diferencias no se resuelven con armas, sino con el
lenguaje del corazón y del amor. ¡Algún día, todos debemos trabajar y estamos
obligados a hacerlo, con todo nuestro poder, hacia esta dirección: tratar y
reconciliar, primero, al hombre con Dios, y después, con su prójimo, porque ante
los Ojos de Dios, todos somos iguales! San Pablo dice: no hay Judíos, ni
Griegos, esclavos u hombres libres, hombres o mujeres. Todos, a los Ojos de
Dios, somos uno.
Hoy,
nuestra reunión debe tener una causa, para que todos hagamos un programa diario
en nuestra vida, de orar cada día para que la paz prevalezca en el mundo.
Debemos tomar el mensaje de paz y amor, y llevarlo a los pueblos de toda la
Tierra. En verdad, podemos ser los nuevos apóstoles que hablarán de amor y paz.
Cada día, nos enteramos por los medios de información de las catástrofes y la
violencia entre los pueblos. Dondequiera que uno mire, ve destrucción,
incendios, muerte, y escucha llanto y lamentos. Quizás suene ilógico, pero
nosotros, el Patriarcado de Alejandría, durante 2000 años, hemos coexistido en
armonía, en amistad, con amor, con toda la gente de Egipto, que son
Musulmanes.
Nunca
hemos tenido ningún problema. ¡Observen como cada mañana, cuando el sol se
eleva, no hace diferencias respecto de donde enviará sus rayos, ya sea a los
Cristianos, los Musulmanes, los Hindúes o los Budistas, porque todos vivimos
bajo el gran Cielo, que es el Amor de Dios! Si hacemos a un lado nuestros
intereses personales, estoy seguro que, algún día, todos seremos felices.
Estrecharemos nuestras manos en reconciliación. Yo creo, espero y oro para que
este día venga, en el cual los pueblos del mundo se encontrarán, estrecharán sus
manos, se lamentarán por la sangre derramada, y se reconciliarán para siempre,
durante sus vidas.
Desde
la tierra de Egipto, la cual es 'Theovadistos', (caminada por Dios),
exactamente, porque Nuestro Señor Jesucristo caminó sobre ella, hoy debemos
enviar a todos los confines del mundo, un decidido mensaje de amor y paz. Así
como estamos reunidos, hoy, en la Iglesia, bajo el mismo domo, y no hicimos
diferencias entre Cristianos y no Cristianos, u otras religiones. Desde hoy,
anunciaremos al mundo entero que los hombres pueden vivir en reconciliación,
mientras aprendan a amar, primero, a Dios, quienquiera que Éste sea, cualquiera
que sea Su Nombre y luego, estoy seguro de que el amor por el prójimo, también,
se manifestará.
Comuniquen
a los líderes de sus Iglesias, a los líderes de sus religiones, a su gente, a
sus comunidades, a sus pueblos, a sus aldeas, a sus ciudades, a sus países,
nuestros saludos y bendiciones, nuestro amor. Díganles que oramos, algunos
Griegos, algunos Cristianos, sin importar el número. Oramos por la paz, por el
mundo entero, para que el año próximo, que espero tenerlos cerca, las sonrisas
sean grandes! ¡Para revelar el mensaje, de que ya no hay guerra, no hay hombres
asesinados, no hay más sangre fraternal, injustamente derramada, sobre la
Tierra!”.
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