Enviado: Miércoles, 26 de junio de 2002
Asunto: Testimonio
de un prisionero
Raymond Bergeret escribe lo siguiente:
El 21 de enero de 2002, recibí una carta de un prisionero del Norte de
Camerún, sin saber cómo obtuvo mi dirección. En esa carta, él me dice:
"Querido hermano en Jesús: Me presento ante usted de rodillas, con las
manos extendidas y lágrimas en los ojos, implorando desde el fondo de
mi corazón su ayuda".
También decía que no tenía nada con qué orar. Me sorprendió esa carta,
porque sentía como si la hubiera escrito para un sacerdote. Le mostré
esta carta al sacerdote de nuestro pueblo. Le envié, por servicio de
mensajería urgente, lo que él me pedía. Le envié mi pequeña Biblia
personal, que llevaba siempre conmigo durante mis viajes, un Rosario
traído de Medjugorje, el tomo 1 de la Verdadera Vida en Dios, el libro
de oraciones de la Verdadera Vida en Dios, y le sugerí formar un
pequeño grupo de oración en la prisión. Mi esposa, quien ya no cree en
Dios, se sorprendió por la composición de la carta recibida.
El primero de abril, recibí una nueva carta, en la que él me dice que
recibió todo lo que le envié. En esa carta, de cuatro páginas, me
dice: "Su preciosa carta está delante de mí, llena de consejos. Ya
he
leído muchas páginas y descubro Mensajes extraordinarios y especiales,
en su Biblia, y en los libros de la Verdadera Vida en Dios. Comencé de
la manera que usted me indicó. Espero que la Biblia, que lo ha
acompañado por todos sus viajes, me acompañe también durante mi larga
y penosa detención".
Me decía también, "Hay sólo un sacerdote polaco, quien nos asiste de
vez en vez, cada tres meses, celebrando la Misa, pero no habla con
nosotros. En cuanto termina la celebración, guarda sus cosas, y sale
sin decirnos adiós".Más adelante, me explica que el sacerdote actúa
así, por su seguridad. Jean Marie Charpentier y yo decidimos enviarle
el segundo tomo.
El 29 de mayo, recibí una tercera carta en la que él me escribía lo
siguiente: "Le agradezco el haberme suscrito a la Asociación de la
Verdadera Vida en Dios. Esto será para mí, un alimento para cada día.
El primer tomo que me envió fue para mí un gran consuelo. Un día, el
Director adjunto de la Penitenciaría vino a mi celda, y me encontró
leyendo ese libro. Me preguntó si podía verlo y le respondí que es
para todo el mundo. Le mostré el libro y me preguntó si lo podía leer
y se lo di. Le pareció que era muy bueno y me preguntó si podía
conseguir la continuación del mismo. Le contesté que, por la Gracia de
Dios, ya la teníamos. Ahora, él viene cada mañana a verme, y tenemos
una conversación espiritual. Le agradezco grandemente, a Dios que me
ha puesto en contacto con usted, para que yo encuentre la gracia al
lado de nuestro Director".
¡Bendita sea la Gracia del Señor, si es que hemos podido aportar algo
de consuelo a estos prisioneros!.
El sacerdote de nuestro pueblo me dio su Biblia para reemplazar la que
yo le di a este prisionero.
En unión de oraciones,
Raymond Bergeret
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