Boletín de La Verdadera Vida en Dios 2 de julio de 2009 "Soy Yo,
tu Salvador, Quien ha
venido a ti para sanarte, |
A continuación se
encuentra un artículo escrito por Vassula, dirigido a personas enfermas,
especialmente a aquéllos que padecen enfermedades terminales.
EL LLAMADO Y EL DESIERTO
Por
Vassula Rydén
Me
pidieron que escribiera un capítulo para un libro para enfermos, incluyendo
aquellos con enfermedades terminales, sin embargo, en este artículo, hice
algunas modificaciones, ya que la mayoría de los lectores me conocen bien, así
como toda mi historia.
La
experiencia que les voy a revelar no tiene como objetivo solamente el beneficio
del lector, sino también la gloria de Dios, Nuestro Padre en el Cielo, y el
beneficio de la Iglesia, esta Iglesia que Cristo compró con Su Propia Sangre y
que está tan perseguida en nuestra época oscura.
La
mayoría de ustedes ya conoce mi historia, pero siempre es bueno recordar cómo
Dios obra Milagros e impide que nos extraviemos totalmente. Yo soy un ama de
casa común, y no hay nada especial en mí. Antes de 1985, yo no tenía
conocimiento de Dios. Estaba completamente desconectada de Dios. En otras
palabras, estaba espiritualmente muerta, era un cadáver que yacía en el gran
Cementerio de la Apostasía, entre muchos otros cadáveres putrefactos. Y, sin
embargo, Dios no necesitó nada de mi parte para acercarse a mí en Su Infinita
Misericordia. Me hizo saber que Él se basta a Sí Mismo y que Él puede hacer
cualquier cosa.
Como
ustedes saben, un día en 1985, sin aviso previo y sin ningún sonido fui llamada
por Dios. Sí, también en nuestros tiempos, ya que después aprendí de Dios
Mismo, que Dios es un Dios Vivo. Él no es material impreso en un libro o una
imagen de colores en un ícono que no se mueve. Dios no es un mito ni un cuento
de hadas escrito en un libro para entretenernos. Dios tampoco es una “energía”,
como tanta gente cree en las desviaciones de nuestros tiempos. Son engañados
por Satanás, quien les dice que no hay Dios, y ellos creen que pueden ser
dioses para ellos mismos y hacer sus propios mandamientos que contradicen los
Mandamientos dados a Moisés y las Enseñanzas de Cristo. El Señor me dijo que,
en nuestros tiempos, Satanás está usando la misma mentira que utilizó para
engañar a Eva: que no necesitamos a Dios porque nosotros podemos ser como Dios.
Ese
día Glorioso de 1985, conocido por Él desde antes de la Creación, el Señor en
Su Amor Exuberante vino a mí, e inclinándose desde el Cielo, me extendió Su
Mano, ofreciéndome Su Justicia Salvadora y un Don del que yo no sería digna ni
en un millón de años. Y ese Don era verlo y escucharlo. ¿Por qué yo? Esta fue
la pregunta que hice millones de veces. ¿Por qué yo, que nunca había rezado,
que nunca había pensado en Dios, que soy una buena para nada? ¿Por qué no una
religiosa santa? No puedo negar que había veces en que sentía que la tierra se
movía bajo mis pies y mi mente daba vueltas. Tampoco puedo negar que ¡casi me desmayo
cuando pensaba acerca de Quién me estaba hablando! ¿Por qué yo?, pregunté
nuevamente. Esto es lo que Dios me respondió:
“Te he escogido a ti para mostrarle
al mundo que Yo no necesito ni autoridad ni santidad. He escogido una simple
niña, indefensa y pecadora, sin autoridad y sin conocimiento de nadie en el
poder, para manifestarme a través de este débil instrumento con Mi Gracia, Mi
Paz y el Amor que tengo por todos ustedes…”
Durante
todos estos años de conversaciones con el Señor, prestando atención para
escucharlo, me di cuenta como Él se acerca a nosotros con Poesía y Virtud. La
Religión es la manera en que Él conversa con nosotros. Dios nos habla como
Nuestro Divino Esposo, ya que Él es el Amante de la Humanidad. Frecuentemente,
Él habla con lenguaje figurado, como siempre Lo hizo. Un día, cuando el Padre
quería explicarme que Él puede convertir nuestra aridez espiritual en un árbol
floreciente, Él lo describió en estos términos:
“Estaba paseando cerca de un río cuando vi un
madero flotando a la deriva, en la corriente del mundo. Yo Me
incliné y lo retiré de la corriente. Lo llevé a Casa Conmigo y lo planté en Mi
Jardín de Delicias. De un trozo seco de madera hice de ti un árbol. Yo
dije: "¡Crece! crece y echa raíz en Mi Jardín, en Mi Propiedad; y de tus
flores, exhala un perfume para aplacar Mi Justicia." Yo he dicho:
"Cosechas de frutos brotarán cada mes y tus hojas serán el remedio para
muchos". De cuando en cuando, Me divertiré en podarte. Mi
delicia es ver las flores abriéndose y los frutos creciendo constantemente.
Solamente el Agua de Mi Santuario puede darte crecimiento y Vida. Yo, Yahvé, Me aseguraré de
que tú prosperes. Yo gozo en recoger, de cuando en cuando, por Mi camino,
trozos de madera flotando. Yo puedo dar vida a cualquier cosa
que recoja en Mi camino.” (13
de noviembre de 1991)
Dios
es Dios y Él puede hacer lo que Él quiera cuando Él quiera. ¿Acaso no habló una
vez por la boca de una burra? (Nm 22,
22-34) Él vino a darme Instrucción Divina transformando mi vida (y la vida
de otros también), a través de Sus Palabras, para vivir de ahí en adelante una
Verdadera Vida en Dios. Él vino a recordarnos a todos que descendemos de Él y
que somos los hijos e hijas del Altísimo. Vino a recordarnos que somos de
Descendencia Real y que la nobleza está marcada en nuestras frentes. Sin
embrago, muchos de nosotros nos hemos asemejado a la bestia a causa de nuestro
rechazo a lo Divino, a causa de nuestro rechazo a Dios.
Es
bien sabido que Dios nunca dejará de llamar a Su pueblo, a pesar de nuestra
maldad, ya que Él es Padre.
Por
mi parte, la manera en que se acercó a mí fue una forma muy misericordiosa,
considerando mis pecados y la apatía que yo tenía hacia Él, en esa época. Pero
después aprendí de Cristo Mismo, que Él utiliza todos los medios para salvarnos
a nosotros, sus criaturas, utilizando diferentes formas de acuerdo al estado y
medida de nuestras almas. Las Escrituras dicen que Su Severidad es tan Grande
como Su Misericordia y esto es cierto. Pero, en ambos casos, siempre es para
nuestra salvación.
Cristo
vendrá a ustedes, ya sea con un tarro de miel para alimentarlos, sin que lo
merezcan, con besos divinos y lazos de Amor, o Él se acercará con un Fuego
Divino Sanador y los cargará con Su Cruz, Sus Clavos y Su Corona de Espinas. La
mayoría de las veces Él utiliza ambas formas, al mismo tiempo, para acercarlos
a Él, siempre con un solo objetivo que es su salvación y darles acceso y
permitirles, un día, compartir Su Reino y entrar con un corazón puro a la
Eternidad y a la Visión Beatífica.
En
1985, yo vivía con mi familia en Bangladesh, en el área en que la comunidad
europea vivía muy cómodamente. Teníamos una intensa vida social. Por lo menos a
mí, no me faltaba nada. Claro que Dios me faltaba, pero esto no me preocupaba.
Y es así como en una época en la que yo era muy exitosa en todo lo que hacía,
Dios vino a mí como con un ladrillo sobre mi cabeza. Por supuesto que yo no Lo
estaba buscando, ya que estaba muy ocupada cuidándome a mí misma, a mi familia,
y a mis llamativas actividades, como el tenis, la natación, las fiestas, la
pintura, los viajes ocasionales, y hasta el modelaje, como pasatiempo, en
grandes hoteles. ¡Yo disfrutaba la vida!
Tenía
una multitud de amigos que me agradaban y a quienes yo les agradaba. Era muy
popular y frecuentemente aparecía en los periódicos debido a mis habilidades en
los torneos locales de tenis y en mis exposiciones de pintura. Como ven, yo no
estaba buscando a Dios, y sin embargo… y, sin embargo…, cuando Dios se me
acercó y se manifestó a Sí Mismo, en esta aridez, Él vino como un Padre en
busca de Su hijo perdido, con dolor en Su Corazón. Y, al respirar en mi nariz
un Aliento de Resurrección, Él me resucitó espiritualmente. No vino a
comunicarse conmigo con una espada o con una vara en Su Mano, sino que como Él
me dijo, vino a mí con compasión, para hablarme con Su Boca llena de Miel:
“Yo no hablo con fórmulas
rígidas, ésta no es la manera en que hago Santos y Mártires. Mi Dulce
Conversación es Virtud y Religión. Pronuncio Mis Odas (Sus Palabras) sin una
espada a Mi lado. Mis Misterios Divinos son Amables y te son revelados con óleo
de júbilo. Aunque he visto tu miseria y conozco los padecimientos de tu alma,
no he volteado Mi Rostro lejos de ti, sino que con Amor me acuerdo de ti. La
Bondad y Amabilidad son los caminos que elijo para ti, ya que Mis Caminos son
el Amor y la Verdad”.
Sí,
en efecto, Dios me trató con Palabras de Miel para sanarme de mi culpa. ¡Que
alegría cuando verdaderamente Lo descubrí! Me sentí como alguien que había
tenido amnesia durante años y, repentinamente, reconocí a mi Padre Eterno.
Entonces, Lo tomé de Su Manga y no Lo solté.
Sin
embargo, una vez recuperada y tomada por Su Majestuosa Bondad, Jesucristo no me
privó de experimentar Su Cruz, Sus Clavos y Su Corona de Espinas. Tampoco me
privó de Su Fuego Divino Sanador, ni mi alma escapó de Su Justicia Salvadora.
Esto es lo que Él dijo en septiembre de 1989:
“Busca Mis Caminos, Mis Caminos
son Santos. Ven siempre con sencillez de corazón, pues tus días en la tierra no
son más que el paso de una sombra, un paso superficial que desaparecerá. Nada
en la tierra dura para siempre. Observa entonces Mis Preceptos y sigue Mis
Mandamientos. Te he confiado Mi Joya más Preciosa; cuídala, abrázala y sostente
a Ella. Mi Cruz de Paz y Amor será el Dulce tormento de tu alma.
Tu anhelo en compartir Mi Cruz
debe ser una llama ardiente en ti, como Lo es en Mí. Tu sed por Mi Cruz debe
crecer como la Mía. Para ahora ya debes haberte dado cuenta de cómo demuestro
Mi Amor ¡Sí, permitiéndote que sufras!
¡Alma! He cambiado tu aridez en
un fluido manantial, tu hostilidad hacia Mí en ternura, tu apatía en fervor por
Mi Cruz, tu letargo en nostalgia por tu Hogar y tu Padre. ¡Alégrate, alma! Tu
Rey ha quitado el velo que cubría tu cuerpo y te ha resucitado, como resucitó a
Lázaro, para poseerte…”
A través de Su Gracia, Cristo quería ofrecerme
Sus Regalos Prodigiosos: primero, la salvación de mi alma del fuego eterno y,
después, dándome, en mi indignidad, el don de la locución para escuchar al Dios
Trino y verLos dentro de mí, derramando también Su Divina Instrucción sobre de
mí. Con la ayuda del Padre, tuve que adquirir el Don de la Sabiduría y este
Noble Tema (los Mensajes).
Por
esta razón, Dios me hizo atravesar una poderosa purificación y pasar por Su
Fuego Divino, un Fuego que no es tangible y, sin embargo, deja el alma en
llamas y en agonía. Vi mi ser pecaminoso, con los Ojos de Dios, y cómo era
repugnante frente a Este Juez Majestuoso, que es Emanación Pura de Luz. Como
ven, era un sufrimiento espiritual sin comparación. Creo que fue una probada
del fuego del infierno mientras seguía aquí en la tierra. De no haber estado ya
seducida por el Amor de Dios, no hubiera soportado los sufrimientos destinados a
limpiarme y a pulir mi alma para mi propia salvación. Esto me recordó al
Profeta Jeremías que una vez le dijo a Dios: “Tú me has seducido Yahvé y yo me dejé seducir por Ti” (Jr 20, 7).
Y
como si esta purificación de fuego no fuera suficiente, Nuestro Señor me
arrastró hacia “el desierto” y me abandonó ahí, en la soledad, permitiéndome
esperar impotentemente, ignorando mis lamentos. Completamente sola, tuve sed de
Dios durante muchos días.
En
el desierto, Dios despoja al alma para que se sienta abandonada y desnuda, y se
dé cuenta de su nada. Entonces, cuando el alma comprende su miseria y se
arrepiente, Él, con Gran Ternura, vendrá a sanar tus heridas y tu corazón,
mientras murmura en tu oído estas palabras:
“Ahora debes mantener firmes todas
Mis Enseñanzas, recordando siempre el comienzo para que aumentes tu
Conocimiento de Mí, tu Dios”.
En
las Escrituras, Dios le habló a Oseas acerca de la Casa de Israel, de la
siguiente manera: “Por eso, ahora la voy
a conquistar, la llevaré al desierto y ahí le hablaré a su corazón” (Os 2,16).
Al
final, Dios vence al alma y Él triunfa. De esta manera, Nuestro Señor me
despojó de la única cosa que era mía, es decir, mi voluntad. Después de haber
sido seducida, felizmente le ofrecí mi voluntad a cambio de Su Voluntad.
También David, en los Salmos, clamó a Dios cuando creyó que Él lo había
abandonado, diciendo:
“Esperé en Yahvé, con esperanza sin
reserva y Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de una fosa
mortal del fango cenagoso; asentó mis pies sobre roca y dio firmeza a mis
pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un himno a Nuestro Dios”. (Sal 40,
1-3)
Abandonada
en el desierto, los vientos ardientes causaron horrendas heridas y llagas a mi
alma, y con el amargo arrepentimiento de haber sido seducida por la miel, al
principio, y después repentinamente arrastrada al desierto y abandonada, sentí
dolor. Estaba en busca de mi Dios.
“Me he cansado de llamar, mi
garganta ha enronquecido, han desfallecido mis ojos buscando a mi Dios”. (Sal
69,3)
Cuando
el Señor arrastra a las almas al desierto, en donde les muestra sus pecados, y
las llena de remordimiento haciendo que se odien a sí mismas, esta experiencia
por sí misma, hace que te des cuenta de que Dios está sobre todas las cosas y
que sin Dios, tu mesa está vacía. A partir de ese momento, tu vida cambia. Las
cosas que pensabas y considerabas importantes en tu vida, de repente, se
convierten en cenizas. Ya no las deseas como antes, ya no estás apegado a
ellas. De hecho, a veces se vuelven insoportables. Así de poderosa es esta
especie de desapego que recibes en el desierto. El Señor explica:
“Y, aún cuando todavía estarás entre
los hombres, tu mente estará en el Cielo. Aún cuando tu cuerpo se estará
moviendo entre los hombres, tu alma y tu mente serán como las de un ángel. Yo
te enseñaré a vivir entre Nosotros, a moverte en Nosotros y a respirar en
Nosotros”.
El
que Dios arrastre a las almas al desierto es una experiencia bien conocida. Me
atreveré a decirte a ti, lector, que debes permitirle a Dios que haga Su
Voluntad en ti, ya que al final obtendrás mayor beneficio para tu alma.
Permítele escudriñar cada una de tus acciones, y así como alguien que entra a
una cueva oscura con una antorcha, Dios entrará a tu corazón, y encenderá y
quemará hasta la raíz todo lo que no es Divino, Santo, todo lo que no es Él,
para tu salvación. Deja que Dios te arroje al suelo y te arrastre hasta el
desierto, si así lo quiere Él. A ese desierto al que Él arrastra a Sus ungidos,
para que Él traiga a tu memoria, en el silencio de tu desierto, todos tus
temores y tus malas acciones para que te detestes a ti mismo. Me atreveré a
decir, y ustedes saben que hablo por mi propia extraordinaria experiencia, que
permitan que Dios los golpee con un amargo arrepentimiento por la indiferencia
que hayan tenido hacia Él y hacia Su Ley de Amor. Permítanle hacer todas estas
cosas para que haya una transformación dentro de ustedes. Y de ahí en adelante,
Él será su Consolador, su Consejero, su Esposo, su Amigo, y también su Hermano.
¡Él será su sonrisa, su alegría, su vitalidad!
Dios
vendrá a todos y no abandonará a nadie. Sus Visitas siempre serán con Fuego
Divino. Sus Visitas también son llamadas “el Día del Señor”. Para algunos, esta
purificación de mente, cuerpo y alma ya ha comenzado, y algunos de nosotros ya
hemos sido probados. Por eso, sabemos de lo que estamos hablando. Su Fuego
Purificador puede venir de muchas maneras. Puede ser mediante una prolongada
enfermedad o padecimientos incurables que son dolorosos y largos. Nosotros los
seres humanos tenemos un problema para entender que Dios está preparando al
alma para Su Reino, y éste es el medio que Él utiliza para purificar al alma,
de acuerdo a Su Medida, antes de llevarla a Él.
Algunos
santos explican que preferirían tener su Purgatorio, aquí en la tierra, a
través de toda clase de sufrimientos, en vez de padecerlo después de su muerte.
¿Por qué? Porque estar en el Purgatorio es mil veces peor que tenerlo aquí en
la tierra. Una hora en el Purgatorio parece como un año entero. Por esto,
cualquier dolor físico o pena moral o dolor espiritual (así como todo tipo de
sufrimientos y contratiempos que le ocurren a cualquier persona), siempre serán
para su mayor beneficio y santificación. Nosotros las llamamos cruces.
Muchos
santos se alegraban cuando tenían algún tipo de sufrimiento dado por Cristo, y
se entristecían cuando Él no les daba suficiente sufrimiento, preocupándose por
la santificación de su alma. Muchos iban tan lejos como hasta dudar que Dios
todavía los amara. En el pasado, muchos santos elegían castigos
auto-infligidos, como flagelarse, utilizar cinturones de hierro con clavos que
atravesaban su piel, e incluso ropa interior de un material áspero y metálico
que los hacía sangrar. Creían que estas cosas los purificaban y los santificaban.
Era su costumbre ofrecer estos sufrimientos como expresiones de su amor a Dios.
Sin
embargo, he aprendido que Cristo no nos castiga, sino que a través de las
cruces que nos da, nos santifica, nos purifica y nos recuerda que nos
arrepintamos de nuestros pecados, para que Él pueda levantarnos a Su Corazón y
llevarnos al Paraíso. Dios es Justo y Él nunca le daría una cruz a alguien que
no pudiera cargarla. Él da de acuerdo a la medida de cada uno. Como me dijo una
vez cuando yo estaba en llamas con el Fuego Purificador:
“¿Has olvidado tus palabras a Mí
cuando exclamaste en agonía: ‘¡He sido arrebatada en Tu Fuego, Señor!’,
admitiendo, finalmente, tu culpa con gemidos de arrepentimiento?”.
No
quiero ser descarada, puesto que sé que es doloroso cargar cualquier cruz, sin
embargo, hoy puedo decir una cosa, y es que he aprendido que estas cruces dadas
por Nuestro Señor son de gran beneficio para nuestra alma y pueden ser llamadas
gracias. Al decir esto, recuerdo la historia de Santa Teresa de Ávila, quien
después de haberse caído de su burro y haberse lastimado, le dijo a Jesús Quien
siempre estaba tan cerca de ella: “¿Por qué me tratas de esta forma?”. Él le
contestó: “Esta es la manera en que trato a Mis amigos”. “¡Y es por esto que
tienes tan pocos!”, le replicó ella.
Hemos
hablado de cruces. El 11
de noviembre de 1998, Cristo me dio un largo Mensaje en
relación a Su Cruz. Él dijo:
“Yo soy infinitamente Rico en Gracia
y Virtud, por lo tanto, te invito a ti, esposa Mía, a compartir con tu Esposo,
el Glorioso Instrumento de nuestros Esponsales, es decir, el Esplendor de Mi
Cruz…”
A
esto, yo reflexioné: “Entendí que esta
invitación de compartir la Cruz era una invitación, no sólo para compartirla,
sino también para penetrar plenamente en el Misterio de la Pasión de Nuestro
Señor, ya que esta invitación me había sido hecha desde el principio de mi
llamado. Nuestro Señor, nuestro Esposo, el Amante de la Humanidad, dejaba Su
Trono, una vez más, para darme un conocimiento más pleno de la Cruz”.
Nuestro
Señor Jesucristo dijo: “Ven,
gustosamente, como lo haces cada vez que te llamo a Mi Abrazo…” Hubo una
ligera pausa. Después cambiando el Tono de Su Voz, que se volvió muy solemne,
me dijo: “Abrazarme a Mí es abrazar Mi
Cruz”.
“Te he dicho que cuando Me abrazas,
estás abrazando Mi Cruz y, en Este Abrazo, eres bañada en Mi Luz. El Camino, y
diré aún más, el único Camino para una Unión de Amor Divino Conmigo, es cuando
tú, voluntariamente, abrazas con amor Mi Cruz, la cual tú sabes que lleva sus
sufrimientos, pero también sus alegrías, y la cual te conducirá adonde tu alma
sea exaltada, es decir: al Calvario…
En Mi Dulce Abrazo encontrarás
alegrías, pero la mayor alegría de todas es cuando descubres que te convertiste
en una copia de Mi Pasión y parte de Mí, la Víctima Suprema; en otro sacrificio
de amor; otro crucifijo viviente; otro esclavo a ser vendido al mundo entero.
Pero, estando en Mi Abrazo, tu alma tomará de Mí fortaleza y todas las virtudes
para asemejarte a Mí… ¿Quién en tus días comprende plenamente el Esplendor de
Mi Cruz? Muy pocos.
Desde toda la eternidad, Me propuse
que tú te convirtieras en una verdadera
imagen de Mí Mismo, compartiendo Mis sufrimientos para que un día compartas Mi
Gloria… Deja que tus ojos perciban a través de Mi Cruz, esas cosas que son
invisibles, pero eternas, y no esas cosas que son visibles y un día acaban. Así
que, busca a través de Mi Cruz, las cosas que Ella te puede ofrecer después, en
el Cielo. Todas las riquezas que pueden ser encontradas en Mi Corazón, pueden
ser vistas a través del ojo de tu Instrumento Redentor y de tu salvación, y
ésta es Mi Cruz…
La prueba de que alguien está unido
a Mí y es Uno Conmigo, formado en Mí y tejido Conmigo, es cuando su corazón
está injertado también en Mi Cruz, junto con todo lo que Ella conlleva.
Cualquiera que está convencido que Me pertenece debe entender que pertenece
también a Mi Cruz.”
¿No
han leído: “La tristeza que viene de Dios
lleva al arrepentimiento y realiza una obra de salvación que no se perderá. Por
el contrario, la tristeza que inspira el mundo provoca muerte. Aquella tristeza
era según Dios y miren lo que ha producido en ustedes: ¡qué solicitud y cuántas
disculpas! ¡Qué indignación, qué temor, qué anhelos, qué celo y qué
vindicación!”? (2Cor 7, 10-11).
Tantas
veces Jesús me habló sobre Su Cruz. Las obras de Jesús no tienen fin y a Él le
gusta compartir Sus Obras. Si le decimos que sí, nos convertimos en
colaboradores de Él. Al ser colaborador, uno comparte. Compartimos, entonces,
Su Cruz.
“Cualquiera que está unido a Mí toma
el mismo camino que Yo tomé: el camino al Calvario. Cualquiera que sigue a la
Víctima Suprema se convierte en parte de la Víctima (…) Yo, el Señor, les estoy
mostrando los pasos que tomé para Mi Pasión. Puesto que ustedes Me sirven,
ustedes deben seguirme. ¿Qué quieren que Yo les diga: ‘Sígueme, pero no en Mis
Huellas’? Esto no puede ser. Quienquiera que me sirva, seguirá Mis Huellas ensangrentadas…”
El
darle nuestra libertad a Cristo es ofrecernos a nosotros mismos a Él y estar
marcados con Su Signo, que es la Cruz, a cambio de haberle dado a Él nuestra
libertad.
Mientras
no le permitan a Dios cautivar su alma, envolverla con Su Amor Divino y abrir
sus ojos espirituales, en Su Santo Espíritu, para ver la Nobleza de la Cruz,
jamás aceptarán Sus condiciones. Jamás aceptarían ser otro crucifijo viviente,
otro sacrificio de amor, para compartir las obras e inmolación de Cristo por Su
Iglesia. Así que ¿quién está listo a seguir a Cristo en Sus Huellas
ensangrentadas? ¿Quién está dispuesto a dejar su comodidad y servir al Señor en
estas condiciones? Les voy a recordar lo que Jesús dice en las Escrituras
acerca de seguirlo. Este pasaje está tomado de Mateo 10, 37-39:
“Quien ama a su padre o a su madre
más que a Mí, no es digno de Mí, y quien ama a su hijo o a su hija más que a
Mí, no es digno de Mí. Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mí.
Quien encuentra su vida la perderá, y quien pierde su vida por Mí, la
encontrará.”
Me
tomó mucho tiempo entender el esplendor de la Cruz. Cristo, con su Divina
Paciencia, me instruyó, y a través de Sus Palabras, a otros. Estoy de acuerdo
en que es muy difícil entenderlo si no crecen en su amor por Él. El Amor revela
grandes cosas; el Amor revela cosas celestiales, cosas que no son de este
mundo, sino cosas que están ocultas a los eruditos y a los sabios. Será muy
difícil entender el Lenguaje y Pensamiento de Dios, si uno no permite que Dios
lo anule, y así haga Su morada en él. Entonces, le será dado el Conocimiento de
Dios. Conocer a Dios y entenderlo es uno de los tesoros espirituales más
valiosos que podemos obtener en este mundo pasajero. Es entonces cuando
podremos entender mejor el Sacrificio Redentor de Cristo, ofrecido por el Amor
Exuberante que tiene por nosotros. Un día, Él me dijo:
“Ya que Mi Padre Me dio a todos
ustedes como un regalo para su redención, con Mi Entera Voluntad, Yo, a Mi vez,
en sus días, llamo para Mi Objetivo a Mis elegidos y los levanto para Mi Plan
Salvífico, convirtiéndolos en copias de Mí Mismo, elegidos mucho antes de su
creación, con la intención de que se conviertan en la verdadera imagen de Mí
Mismo y cooperadores de Mi Plan de Amor. Yo los honro al marcarlos con las
mismas marcas con que Yo Mismo fui marcado, para hacerlos completamente Míos y
para mostrar al mundo que ellos son verdaderamente Míos y que son Mi semilla.
Así que cuando éstos sean expuestos
a la persecución, a los salivazos; cuando sean amenazados, incomprendidos,
calumniados y atacados, sepan que vienen de Mí y que son hueso de Mi Hueso,
carne de Mi Carne.”
Así
que, de acuerdo con Jesús, es un honor estar marcado con las mismas marcas con
que Jesús Mismo fue marcado. Estas marcas de las que Jesús está hablando están
relacionadas con Su Pasión. En otras palabras, son las agonías y los
sufrimientos que Él vivió, la persecución, los salivazos, la calumnia, los
ataques y, finalmente, la Crucifixión. Jesús explica que es un gran honor y una
gracia cuando Él nos pide que carguemos Su Cruz.
Es,
solamente, a través de la luz de la Cruz que podemos percibir aquellas cosas
que las Escrituras nos dicen, que son invisibles pero eternas, y no aquéllas
que son visibles y se acaban. Así que aceptemos la Cruz, para que podamos
buscar las cosas que Ella nos puede ofrecer más tarde en el cielo. Todas las
Riquezas que pueden ser encontradas en el Corazón de Jesús pueden ser vistas a
través del Ojo de nuestro Instrumento Redentor, el Instrumento de nuestra
salvación: La Cruz.
Su
llamado es para recordarnos de nuestros cimientos y a Quién le pertenecemos y
de Quién descendemos. Él me ha dado Sus Palabras Divinas, que han llenado
muchos volúmenes, para esta generación y las generaciones venideras, tal como
Él Mismo lo ha dicho. Pues todos somos llamados a ser uno con Cristo y nadie
está privado de ello.
Al
ser uno con Cristo estamos compartiendo Su Pasión, por las siguientes razones
dadas por Él: por la conversión de las almas; como actos de reparación; por
todos aquellos que distorsionan las Escrituras; por aquéllos que Lo sofocan,
diferenciándose a sí mismos bajo Su Santo Nombre; por la insinceridad que reina
entre aquellos que piden la ‘paz y la unidad’, pero permanecen muertos a sus
palabras; por aquéllos que sofocan la Voz de Su Santo Espíritu, y por todos
aquellos que continúan viviendo, con gran maldad, bajo los cielos.
Al
aceptar las cruces que nos son dadas, estaremos reparando, no sólo por nuestras
almas, sino también por todas las almas que, hora tras hora, llevan a Cristo a
un nuevo Getsemaní y al camino del Calvario. Todos estos actos de reparación no
son en vano, sino que son santificadores.
Terminaré con un pasaje dado por Cristo en
1992, cuando le dije: “Qué encantos yacen en Tu Amor”. Su respuesta fue:
“Amada de Mi Alma, tus ojos han
visto mi Gloriosa Majestad, tus oídos han escuchado Mi canto de Amor, y Yo
Mismo he puesto Mi Propia Luz en ti, para hacerte por siempre Mía.”
Vassula
Puedes consultar
los envíos anteriores de este Boletín en: http://www.tlig.org/sp/spforum/spforum.html
¡EL AMOR TE AMA!
Entérate
en:
http://www.tlig.org/sp