INICIOMENSAJES
Los Misterios Dolorosos del Rosario
Meditaciones de la Verdadera Vida en Dios

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El Autor del Cielo y de la Tierra, el Autor de la Gracia, encontró Su Cielo en el Cielo, Su Gracia en la Gracia, para venir en la condición de un Esclavo. Yo vine en Prodigiosa Humildad para servir y no para Ser servido. Yo, el Redentor de toda la humanidad, el Mesías Prometido, vino con la Imagen Perfecta de Mi Sagrado Corazón, para compartir las tristezas, las alegrías, los sufrimientos, el martirio, las maravillas, las traiciones, las agonías, las flagelaciones, la perforación y la Crucifixión..... Juntos, Nuestros Corazones, expiaron. Todos los momentos que Mi Santa Madre pasó en la Tierra, fueron un himno perfecto de amor, caridad, humildad y pureza. (25.3.96)


 
1. La Agonía en el Huerto (Mateo 26,36-50; Marcos 14,32-46; Lucas 22,39-48; Juan 18,1-8)

Encuéntrame en Gethsemaní, la siguiente vez que nos reunamos, Yo te revelaré Mis Angustias, Mis Sufrimientos y Temores de esa noche. (16.5.87) ¡Oh, Gethsemaní! ¿Qué tienes que revelar, sino miedos, angustias, traiciones y abandonos? ¡Gethsemaní, tú has vaciado a los hombres de ánimo, tú has retenido en tu aire mucho silencio y Mis Agonías para toda la eternidad! ¿Gethsemaní, qué tienes que decir, que no fue dicho? Tú has sido testigo en la Santidad del silencio, de la traición a tu Dios; tú has sido testigo de Mí. La hora había llegado, las Escrituras iban a cumplirse. Hija, Yo sé que muchas almas creen en Mí, como si Yo Fuera nada más un mito. Ellos creen que Yo existí, solamente en el pasado. Para muchos, Yo Soy una Sombra Pasajera, ahora eclipsada por el tiempo y la evolución. Muy pocos se dan cuenta de que Yo existí en Carne sobre la Tierra y de que Yo existo, ahora, entre ustedes. Yo Soy Todo lo que fue y será. Yo conozco sus miedos, Yo conozco sus angustias, Yo conozco sus debilidades. ¿No he Sido Yo, Testimonio de todas esas debilidades en Gethsemaní? Hija, cuando el Amor oró en Gethsemaní, miles de demonios fueron estremecidos, demonios asustados huyeron. La hora había llegado: el Amor estaba glorificando al Amor. Oh, Gethsemaní, testigo del Traicionado, testigo del Abandonado, levántate, testigo, y da testimonio. Hija, Judas Me traicionó, ¿pero, cuántos más, como Judas, todavía Me traicionan? Yo supe, instantáneamente, que ese beso se propagaría entre muchos, durante generaciones por venir. Ese mismo beso Me será dado, de nuevo, una y otra vez, renovando Mi Tristeza, desgarrando Mi Corazón. Vassula, ven, déjame ser Consolado, déjame descansar en tu corazón. [...] Ámame, hija, en Mis Tormentos de Gethsemaní. Yo Fui engañado por uno de los Míos, uno de Mis Bienamados, y hoy, todavía, recibo indignidades, recordando Mis Agonías del pasado. Mi Corazón hinchado y lleno de Amargura [...] Mi Sudor de la Agonía se derramó fuera de Mi, como grandes Gotas de Sangre. [...] el suelo absorbió aquéllas Gotas, pero, hoy, el suelo, más seco que nunca, necesita irrigación. (17.5.87)


 
2. La Flagelación (Mateo 27,26; Marcos 15,15; Juan 19,1)

Pronto, y esto es en su tiempo, cuando serán cubiertos por su propia sangre, entonces, Yo, como Juez les recordaré de la sangre que estaban llevando en sus manos, por haber prohibido a tantos el recibir Mis Gracias, a través de este Recordatorio de Mi Palabra. Ustedes son como los Romanos [...] ¿Van a decir, entonces, como Pilatos: "Soy inocente de esta sangre" y van a lavar sus manos en agua perfumada? Ustedes se rehúsan a aceptar el antídoto de la muerte, se rehúsan a reconocer Mi Palabra, dada por Mi Espíritu Santo, en sus días. (19.1.95)

Cuando acabaron de flagelarme, escupieron sobre Mí, y Me dieron varios golpes violentos en la Cabeza, dejándome aturdido. Me dieron patadas en Mi Estómago, dejándome sin aliento, haciéndome caer sobre la tierra, gimiendo de dolor. Me tomaron como juguete de su diversión, dándome patadas, uno por uno. Yo estaba Irreconocible; Mi Cuerpo Estaba Quebrantado, así como lo estaba Mi Corazón. Mi Carne, que había sido desgarrada, colgaba sobre todo Mi Cuerpo. Uno de ellos Me arrastró, porque Mis Piernas no podían sostenerme más... (9.11.86) ¿Me merezco esto? (17.6.87)


 
3. La Coronación de Espinas (Mateo 27,27-30; Marcos 15,16-20; Juan 18.7; Juan 19,2-15)

Después, Me vistieron con una de sus túnicas, me arrastraron, renovando sus golpes, Me pegaron en el Rostro, Me quebraron la Nariz y Me atormentaron. Yo, hija, escuché sus insultos. Sus voces resonaban con tanto odio y sorna, aumentando Mi Copa. Yo los escuché decir: "¿Dónde están tus amigos, mientras que su rey está con nosotros? ¿Son todos los Judíos son tan traicioneros como éstos? ¡Miren a su rey!". Y Me coronaron con una corona de espinas trenzada, hija, diciendo: "¿Dónde están tus Judíos para aclamarte? Tú ERES rey, ¿o no? ¿Puedes imitar a un rey? ¡SONRÍE! No llores. Tú eres rey ¿o no?. Entonces, compórtate como tal". (9.11.86) Ellos arrancaron parte de Mi Barba; lastimaron Mi Ojo derecho. (9.9.87) ...cuando ustedes estén cubiertos con su propia sangre, entonces, Yo, como Juez, les recordaré de la sangre que estaban llevando en sus manos, por haber prohibido a tantos el recibir Mis Gracias, a través de este Recordatorio de Mi Palabra. Ustedes son como los Romanos, coronándome, diariamente, con espinas... (19.1.95)


 
4. Jesús con la Cruz a Cuestas (Mateo 27,31-33; Marcos 15,20-22; Lucas 23,26-32; Juan 19,16-17)

Ellos ataron Mis Pies con cuerdas y Me gritaron que caminara hacia donde estaba Mi Cruz. Hija, Yo no podía caminar, ya que Me ataron los Pies; entonces, ellos Me arrojaron al suelo y Me arrastraron del cabello, hasta Mi Cruz. Mi sufrimiento era intolerable; partes de Mi Carne, que colgaban por la flagelación, fueron arrancadas. Luego, aflojaron las ataduras de Mis Pies y Me patearon para que Me pusiera de pie y levantara Mi Carga, sobre Mis Hombros. Yo no podía ver dónde estaba Mi Cruz, porque Mis Ojos estaban llenos de Mi Sangre, que caía por Mi Rostro, por las espinas que habían penetrado Mi Cabeza. Así que ellos colocaron Mi Cruz sobre Mis Hombros, y Me empujaron hacia la puerta. Hija, ¡Oh, qué pesada estaba Mi Cruz que tuve que cargar! Avancé a tientas, guiado por el látigo, detrás de Mi. Yo trataba de ver el camino, a través de Mi Sangre que Me quemaba los Ojos. Entonces, sentí que alguien limpiaba Mi Rostro. Mujeres en agonía se acercaron, lavando Mi Rostro Hinchado; Yo las escuché llorar y lamentarse, las sentí, y pronuncié: "Sean benditas". "Mi Sangre lavará todos los pecados de la humanidad". Mira hija, ha llegado el tiempo de su salvación". Yo Me arrastré para ponerme de pie; la muchedumbre se desencadenó; Yo no vi a ningún amigo alrededor de Mí, nadie estaba ahí para consolarme; Mi agonía parecía aumentar y caí a tierra. Temiendo que Yo expirara antes de la Crucifixión, los soldados le ordenaron a un hombre, llamado Simón, que cargara Mi Cruz. Hija, no fue un gesto de bondad o compasión, sino para mantenerme Vivo, para la Cruz. (9.11.86)


 
5. La Crucifixión (Mateo 27, 34-61; Marcos 15, 23-47; Lucas 23, 33-56; Juan 19,18-42)

Al llegar al Monte, Me arrojaron a tierra, arrancándome Mis Vestiduras, dejándome Desnudo a la vista de todos. Mis Heridas se volvieron a abrir y Mi Sangre fluía sobre la tierra. Los soldados Me ofrecieron vino mezclado con hiel. Lo rechacé, porque ya tenía la profunda amargura que Me dieron Mis enemigos. Rápidamente, Me han clavado, primero los puños y después de permitir que los clavos Me fijaran a Mi Cruz, extendieron Mi Cuerpo Quebrantado, y con violencia, clavaron Mis Pies. Hija, oh, hija qué sufrimiento, qué agonía, qué tormento de Mi Alma. Abandonado por Mis Bienamados, renegado por Pedro, sobre quien fundaría Mi Iglesia, renegado por el resto de Mis amigos, Sólo, abandonado a Mis enemigos, Yo lloré, ya que Mi Alma Estaba llena de dolores. Los soldados erigieron Mi Cruz, colocándola en el hoyo. Contemplé a la muchedumbre desde donde Yo Me encontraba, apenas y podía ver con Mis Ojos Hinchados, Yo observé al mundo. No vi ningún amigo entre aquéllos que se burlaban de Mï, ninguno estaba ahí para consolarme. "¡Dios Mío, Dios Mío! ¿Por qué Me has Abandonado?". Abandonado por todos aquéllos que Me amaban. Mi Mirada se posó sobre Mi Madre, Yo la miré y Nuestros Corazones hablaron: "Yo Te entrego a Mis hijos bienamados para que sean, también, Tus hijos. Tú Serás Su Madre". (9.11.86)

Yo grité desde Mi Cruz. Fue el Último Grito que di cuando Era Carne, un Grito lleno de sufrimientos, dolores y amargura resonando de las profundidades de Mi Alma, atravesando las Alturas del Cielo. Hizo que temblaran las entrañas de la Tierra y rasgó en dos los corazones de aquéllos que Me amaban, como rasgó el velo en el Templo. Levantó a muchos de Mis devotos seguidores, como levantó a los muertos de sus tumbas, destruyendo la tierra que los cubría, y así como destruyó al mal. Grandes truenos estremecieron los mismos Cielos en las Alturas, y cada ángel, temblando, cayó en postración y Me Adoraron en silencio total. Mi Madre, de pie, cerca, al escuchar Mi Grito, cayó al suelo, sobre Sus Rodillas y se cubrió el Rostro, llorando, llevando ese último Grito con Ella, hasta el Día de Su Dormición. Ella sufrió.... (29.4.87)

Todo estaba terminando, la Salvación estaba cercana, Yo vi los Cielos abrirse y cada ángel se mantenía derecho, en silencio: "Padre Mío, entre Tus Manos entrego Mi Espíritu. Yo Estoy contigo, ahora". (9.11.86) Yo tengo amargura, todavía Estoy sufriendo por tantas iniquidades del mundo, la maldad, la ilegalidad y el egoísmo. Mi Grito está creciendo más fuerte cada día. Yo Fui Abandonado Sólo en Mi Cruz, Dejado Sólo para llevar los pecados del mundo en Mis Hombros, Sólo para sufrir, Sólo para morir, derramando Mi Sangre, La Cual cubrió al mundo entero, redimiéndolos, Amados Míos. Ese Mismo Grito está ahora, en la Tierra, como un eco del pasado. ¿Estoy viviendo en las sombras del pasado? ¿Fue Mi Sacrificio en vano? ¿Entonces, cómo es que no pueden escuchar Mi Grito desde la Cruz? ¿Por qué cierran sus oídos y lo disipan? (29.4.87)